El temor de dejar los bienes abandonados es uno de los dilemas que enfrentaron los venezolanos que emigraron en los últimos 20 años. Es el mismo que sienten quienes, en la actualidad, piensan irse del país. Sin embargo, la crisis económica ha sido para algunos la oportunidad de reinventarse en el campo laboral con nuevos oficios.
Muchos de los que se van prefieren vender sus propiedades o dejarlas al cuidado de sus familiares. Pero aunque no siempre es el caso, hay quienes deciden dejar su casa sola.
En Caracas, para un pequeño grupo de amigos que emigraron desde hace tres años, la situación es diferente. Cuentan con alguien al que catalogan de honesto y de confianza, un venezolano que se quedó y se dedica a cuidar las casas que permanecen deshabitadas.
Durante 15 años, Robert Llorens* se dedicó a gerenciar su propia empresa de promociones y eventos. Recuerda con alegría que antes de la crisis trabajaba para grandes compañías del país, organizó eventos para Empresas Polar, tuvo como clientes a empresarios de Telcel, prestó sus servicios a importantes productoras de ron y trabajó para algunos locales nocturnos de Caracas. En 2015 su compañía dejó de facturar y se quedó sin empleo.
Ahora trabaja cuidando casas. Lo que inició como un favor se convirtió en una nueva forma de ganar dinero e invertir el tiempo en una actividad que, además, disfruta hacer. Robert vigila una vez por semana los apartamentos de las amistades que se encuentran en el exterior; presta el servicio de limpieza una vez al mes, se encarga de los trabajos de albañilería, electricidad y remodelación cuando es necesario y los propietarios se lo piden.
“Todo esto surgió por la necesidad. Primero fue por un amigo que se fue y me preguntó que si le podía cuidar su casa. Le dije que sí, que no había problema. Después se fue mi vecina y me dejó las llaves de su casa para que le diera una vuelta de vez en cuando. Luego se fue una tercera amiga que me pidió el favor de que le cuidara la casa; tampoco tuve problema en hacerlo”, indica el venezolano de 54 años, quien también es comunicador social.
Sistema de monitoreo, una forma de eludir la delincuencia
La mayor preocupación de un propietario, al emigrar, es que su vivienda sea hurtada o invadida. Por ello, Robert al visitar los inmuebles da indicios de que estos todavía están habitados. Deja las luces encendidas, la radio o la televisión.
Llorens señala que es una supervisión que no se limita solo al servicio de monitoreo, como él lo llama, y que en otros países recibe el nombre de Concierge Management Houses: también asiste a las reuniones de condominio para estar al día con lo que sucede en el edificio y mantener informados a los propietarios de los apartamentos.
“Los vecinos me ven de arriba a abajo. Se quedan extrañados porque no soy conocido y tengo las llaves de un apartamento que no es mío. Pero yo con una sonrisa me presento, porque cuando regalas una sonrisa de entrada te reciben bien, y les explico. Les digo lo que hago. Trato de irme bien vestido porque la imagen cuenta y yo estoy prestando un servicio”, asegura.
La migración de venezolanos se intensificó desde 2015. Son muchos los que se han visto en la necesidad de emigrar hacia otras latitudes con la intención de obtener mejor calidad de vida y oportunidades. De acuerdo con datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 1 millón de venezolanos migraron en 2015 y, hasta la fecha, solo 1,6 millones vive legalmente en el extranjero.
Robert encontró en la migración una forma para sobrevivir a la situación económica que enfrenta en Venezuela. Sin embargo, él no considera que lo que hace sea un negocio, a pesar del tiempo que invierte y los costos que le deben pagar los propietarios para el monitoreo de viviendas y la cancelación de los servicios de luz, agua, gas y condominio. Tampoco tiene intenciones de crear una empresa para formalizar la actividad.
Sostiene que las solicitudes que ha tenido del servicio que presta han sido solo de amigos. A veces, las peticiones de los propietarios varían en cuanto al servicio y, por tanto, cambia su precio. “Por ejemplo, ahorita tengo el proyecto de una casa: el dueño quiere que vaya dos veces a la semana a regarle el jardín, ese ya tiene un costo distinto al servicio con el que inicié. Hay personas que se van por una o dos semanas y quieren que les cuide sus mascotas. Eso es otro precio”, explica.
Desde hace dos semanas, Robert publica semanalmente los servicios que ofrece por Instagram y Facebook. Ha tenido buena receptividad y asegura que el número de solicitudes ha aumentado. “Siempre pensaba en cómo promocionarme. Y la mejor promoción que tuve fueron las recomendaciones de la gente. Yo no podía poner un anuncio diciendo: te cuido tu casa si te encuentras fuera del país, porque ¿quién le da la llave de su casa a una persona desconocida para que le cuide el inmueble? Yo no lo haría. Nadie lo hace”, cuenta.
Considera que su trabajo lo hace con cariño y responsabilidad. Espera que el servicio de cuidar las casas sea algo momentáneo, pues insiste en que surgió debido a la crisis económica y no como un trabajo permanente. Mantiene la esperanza de volver a ver a sus amigos en Venezuela. “Me encanta arreglar esas viviendas y darle calor humano. El mayor regalo que puedo darle a mis amigos son fotos y videos de sus casas. Se ponen muy felices. Yo estoy cuidando esas casas para que cuando ellos regresen las consigan tal cual las dejaron, porque tengo la esperanza de que algún día todos los venezolanos que se fueron van a volver”.
*Seudónimo utilizado para resguardar la identidad del entrevistado.
Fuente: El Nacional, 9 de agosto de 2018.